miércoles, 23 de junio de 2010

Número XXXVIII: Winter-Rain

Otra vez lluvia. Los días han sido fríos, crudos, caóticos. Pero me viene bien. Soy tan inconsistente como persona que de vez en cuando necesito tocar fondo para sentir que las cosas van bien. Aunque no es el caso estos días.

Me da risa ver a la gente corriendo, tapándose, llevando el paraguas, tratando de no mojarse, de evitar la lluvia. Es como si le tuvieran miedo, o les diera asco, o quién sabe. Pero aun asi da risa verlos, huyendo de la naturaleza, del agua. Serán gremlins que no pueden mojarse, me pregunto, mientras avanzo por la calle, recibiendo cada gota, disfrutando la baja temperatura, el cielo gris y el océano agitado. Hoy es tormenta, mañana sale el sol... o bien, mañana Tempestad.

La vida me debe unas cuantas, por ahora no se las voy a cobrar. Las noches son algo solitarias, pero en general ha sido un tiempo de crecimiento, y experiencias filete.

Sigue lloviendo.Miro por la ventana y dan ganas de estar afuera, en el agua, o en la playa, o paseando por un bosque, con una mochila al hombro, para llegar a un galpón de esos viejos, de madera, donde espera una salamandra encendida y el calor de un mate y unas tortillas de rescoldo recién sacadas de las brasas. Me encantaría irme un rato a patiperrear por ahí, pero las responsabilidades terrenales me atrapan y ligan a este pedazo de tierra que, aunque dejó de ser gris, no presenta la variedad de colores que tengo ganas de ver hoy.

Echo de menos el invierno de Carpa y Fogata; o ese increible verano en Chiloé...


*Subtítulos de mierda, pero no habia una versión mejor.

Bitácora del Capitán: Junio 23, 2010. 17:50.
-I Wanna Live

domingo, 13 de junio de 2010

Número XXXVII: Tour

Es increíble cómo las cosas pueden cambiar de un día o momento a otro. Hace menos de 48 horas estaba mal, me sentía demolido y que el mundo entero confabulaba en mi contra, y estaba a punto, al borde, de mandar todo a la mierda... Es increible cómo una persona, un guiño, una conversacion, pueden hacer que las cosas cambien de tono y se vuelvan multicolores.

Mientras mi cabeza aun da vueltas, y mi cuerpo resiente los excesos de anoche, puedo decir que vuelve todo a la calma. Tal vez me hacía falta el desmadrarme. Los sucesos de las ultimas semanas me tenían bajo una tensión jodida: la bala, mi amigo, la U, mi mano, en cama, etc. etc. etc... Las cosas estaban algo movidas y yo no había botado la energía que iba día tras día acumulando, o quizás necesitaba una noche de consejos, de recuerdos y de historias, de las que deseé seguir escuchando, de esas de noches frías, de poca comida, de mil y una aventuras, y de vez en cuando algo sobrenatural. Quién sabe.

Una de las cosas que mejor recuerdo, y que más me gustaban, de esos tiempos de botas y remaches, de noches eternas y futuros inciertos, era el despertar en una casa ajena; en un sofá, una cama, una alfombra o lisa y llanamente el piso. Ese despertar de ojos ardiendo, de boca reseca, de mareo constante, y de una cabeza dando mil vueltas, tratando de juntar los pedazos de la noche anterior. Lo más jodido de todo era cuando despertaba y tenía a una señorita a mi lado, y luchaba por recordar siquiera el nombre. No es que sea un malnacido, slo que nunca he sido bueno para los nombres. Nunca se me borran las caras, y no tengo problema en recordar cómo nos conocimos o bien cuando fue la ultima vez que hablamos, pero he llegado a creer que simplemente no nací para recordar nombres, es un error de fábrica.

Bue, volviendo a lo que quería decir, era jodido juntar los pedazos de la noche anterior, a veces unos flashes atacaban mi cerebro encañado y lo sacudían violentamente con imágenes de sexo, mucho alcohol, balbuceos estúpidos y peleas varias.

A pesar de todo, amaba ese despertar, sea solo o con alguien junto a mí, sea en el piso o en una cama. Simplemente amaba el despertar en una casa ajena, de la que nunca antes había oido hablar, y la que, muchas veces, nunca volví a poner un pie dentro. Levantarme, buscar el baño (claro, recordaba donde quedaba por el carrete de la noche anterior), entrar y mirarme al espejo. Me detenía un buen rato, mirándome, observándome. Era como intentar reconocerme, ver si era yo, si estaba en una pieza. Me lavaba las manos, tomaba agua, me mojaba la cara, el pelo, me ordenaba. El ritual de sacarme el color del petróleo de los labios, cuando la noche había sido acompañada de un vino tinto; o bien sacar algo de pasta de dientes para eliminar el sabor del pisco, o enjuagarme bien y botar el rastro de caramelo que dejan unos vasos de roncola. En el fondo, era intentar estar presentable para poder llegar a mi casa después de una noche de juerga. Tomar mas agua para aplacar la sed que deja la maldita caña.

Una vez listo, abría la puerta y me iba. A veces me despedía, a veces no. Dependiendo de qué tan temprano fuera, de qué tan bien conocía al dueño o dueña de casa, y si es que mi propio estado me lo permitía sin pasar bochorno alguno, por mi comportamiento de la noche anterior. Abría la puerta y salía. Ahora venía la parte mágica, la parte que amaba de todas las noches de locura, de cañas y copas, de amores fugaces y promesas instantaneas. Amaba no tener el efectivo que quisiera, pero aun asi alcanzaba para una Express en algun almacen que encontrara al paso.

Era increible el volver a respirar, a sentir el aire puro. Me embarraba de Valpo, desde cualquier parte, desde el cerro en el que estuviera parado. Era ver la ciudad entera con un matiz diferente en cada aventura. Mis andanzas en casas ajenas me llevaron a conocer mil rincones impensados para mi, un forastero en estos lares, y en cada vuelta de calle, en cada plaza o gran escalera, estaba un paso mas cerca del plan, y un día mas cerca del sol. Era el preciso momento en que la calma vuelve, con un sol brillante y un cielo azul despejado. Y toda esa energía entraba a raudales.

Cada noche de juerga, no importaba si había caido en Cordillera, en Playa Ancha o en Rocuant, en cada cerro que conocía, me dedicaba a bajar caminando. Y conocer cada calle, cada lugar, grabarlo en mi cabeza, para hacerme un paisaje imaginario de la gran ciudad en la que estaba viviendo. Era sentir a full la vibra del puerto, de sus habitantes. Cada historia es diferente, todos vemos una ciudad distinta, son miles de Valparaisos, existentes en la mente de cada uno de sus ciudadanos, y quise conocerlos o entenderlos todos.



Hoy, desperté en una casa ajena. Aunque la compañía era ya recurrente: mi gran amigo y estimado consejero Miguelo, uno de los que apostó por mi cuando nadie me tenia fe, uno de los que me ayudo cuando flaqueaba, el mismo que me entregó las palabras que me hicieron seguir adelante en este increible mundo del ser Jefe Scout. Después de una alcoholocrática noche, de cuentos, aventuras y recuerdos, de enseñanzas y de compartir con otros personajes por los que yo me la juego ahora, tal como se la jugaron por mi antes. Desperté, repetí el mismo ritual del baño, del agua, de mirarme al espejo, y de irme, despues de ordenar un poco, bajar caminando. Esta vez Rocuant City volvía a abrirse paso frente a mi, y las calles vacias armaban un espectáculo en colores que hacía mucho no veía.

Creo que, no era el desmadrarme, no era el tomar un poco, ni la noche de recuerdos historias y enseñanzas. Lo que realmente necesitaba era redescubrir esa ciudad ajena, ese mundo en el que soy y fui forastero. Necesitaba despertar en un lugar desconocido, sin tener el dinero para irme pero sí para una Express, y saber que ahora todo estaría bien. Que todo volvía a la calma. Todo vuelve a la calma.

EL mundo está en Tecnicolor


*Odio el habermelos perdido


Bitácora del Capitán: Junio 13, 2010. 17:50

sábado, 12 de junio de 2010

Número XXXVI: Down

Suena "Días de Furia", y con el revoltijo dentro de mi cabeza me hace más sentido aún lo que he venido pensando últimamente.

Estoy cansado, colapsado hasta cierto punto. Y es que los últimos eventos del calendario no han sido nada buenos, nada que haga valer la pena el sonreír, o ponerse a silbar, como dijera B.P. Hace unas semanas mi compadre recibió un "rico" recuerdo calibre .22 en el hombro. Por lo menos se salvó, y está bien. Aunque por estos días se desgasta en una cama de hospital, esperando el pabellón para volver a la normalidad.

Digamos que eso me afectó bastante, y no he estado del todo bien desde ese momento. El bajón me golpeó fuerte, y estoy bastante harto de todo. Mi jodida mala suerte ha empeorado: me cague una mano, me enfermé y para colmo perdí la oportunidad de competir este mes, y dudo que exista otro momento. FUCK!!!!!!!!!!!

Recuerdo cuando el mundo se movía de otra forma. Recuerdo cuando no me importaba mucho el hacer las cosas bien o mal, simplemente hacía lo que me parecía en ese momento, daba igual si fuera ayudar a una viejita a cruzar la calle, o romperle las costillas a un idiota con la manopla, que en este momento no puedo recordar el nombre con el que la bautizamos. Era vivir, sin pensar en karma, en bien, mal o en lo que había de almuerzo al día siguiente.

Pero, desde que empecé a preocuparme de devolver la mano por lo que hice en el pasado, de emparejar la balanza, de hacer las cosas bien, la vida se puso jodida, como si hacer las cosas bien fuera lo contrario a lo que dicen, y te cayera una lluvia de excremento de gaviota encima. Y saben qué, me estoy cansando, y realmente he considerado en tirar la esponja, y mandar unos cuantos golpes bajos. Sí, el referee lo más seguro es que me quite uno que otro punto, pero el combate quedaría a mi favor, y no sería difícil conseguir el Knock Out.

¿Cuál es la gracia de intentar seguir, de hacerlo bien, si al final te espera un plato frío y un mendrugo de pan duro? Es una metáfora, pero siento algo parecido.

¿Cosas buenas le pasan a la gente buena?, seguro. Los buenos terminan trabajando una vida entera por un sueldo miserable, enfermándose y tomando pastillas anti stress, visitando al sicólogo una vez por semana y viviendo en una casa donde son prácticamente "visitas", para finalizar en una casa de acogida con enfermeras que no se preocupan en realidad de ellos. La vida moderna no permite ser bueno, y los que lo intentan se los termina comiendo la masa, el mundo, la corriente.

A estas alturas estoy cansado, necesito unas buenas vacaciones, un relajo, un quiebre de la rutina. Pero sobretodo, necesito algo que me devuelva la fe en las buenas obras y el mundo mejor. Vale la pena preocuparse en serio? A mi alrededor veo que la mayoría no está ni ahí con el mundo, con la naturaleza, con el vecino, con todo. Y no tienen problema alguno con vivir así, lo disfrutan y les pasan cosas buenas, tienen suerte y hasta se encuentran celulares.

Vale la pena pasar a la historia siendo "el idiota que intentó algo", o es mejor contar uno su propia historia, adornarla y mandarla a imprimir? El "American Dream" es una mierda, y no quiero ser parte de un infierno materialista. Pero ya me estoy cansando, y al parecer no hay otra alternativa. En este momento puteo al mundo, al Karma, a todo en general. Y me desligo.

Dejaré de vivir culposamente, de sentir que tengo una deuda, de centrarme en el puto Karma que nunca funciona bien. Y si no resulta, me hago traficante de armas y de mujeres.




Bitácora del Capitán: Junio 12, 2010. 13:00
- The Most Lonely Day Of My Life

lunes, 7 de junio de 2010

Director's Cut: Poca Cosa (Tercera Entrega)

( 1ª Parte AQUI ; 2ª Parte AQUI)


El viento entraba a raudales por la ventana abierta, mientras los neumáticos se deslizaban por el pavimento tragándose los metros y metros de carretera que hay entre Valpo y el campus. Con la mano izquierda fuera, colgando a lo camionero, y la derecha en el manubrio, escuchando a los Guns a medio volumen por que la cabeza le zumbaba demasiado, iba en su Forsa 1.3. Los últimos rayos del sol metiéndose por el parabrisas rebotaban en sus Ray Ban. Los bosques y el paisaje rural, casi sureño, pasaban borrozos a través de los vidrios, y una que otra señalización pasaban casi desapercibidas.

El día había estado extraño, jodido, bomb, y lo que venía ahora era poco prometedor. Los jales en el baño, el pito en el estacionamiento y la poco molesta conversación con el Espíritu y la Nacha no ayudaron mucho, y para seguir con el hueveo del día, el telefonaso del Pablo, terminando de cagar la onda, recordándole que era el cumpleaños de la Mariana, que se habían comprometido a ir y que lo pasara a buscar. Luego de cerrar los ojos un largo rato, el que le pareció casi eterno, incluso se preguntó por qué no se estrellaba contra las barreras o salía disparado por un barranco, volvió en sí. Aburrido del sonido rock noventero de los Guns’n’ Roses, sacó el Use Your Illusion II original de la radio del auto y lo tiró por la ventana. Estaba asqueado, cansado, molesto, pissed off.

Buscó algo en sus bolsillos, tanteando entre las ropas, y extrajo un pequeño objeto plástico, de color negro. Presionando en el costado derecho, apareció una especie de enchufe en su parte superior. Conectó el utencilio en el puerto USB del mini equipo y empezó a buscar canciones. Subiendo el volumen, luego de tragar un Cefalmin, respiró hondo y se relajó. Los sonidos jamaiquinos llegaron poco a poco a sus tímpanos y comenzaron a reproducir en el cerebro la imperiosa necesidad biológica de fumarse un caño, en una situación como esa, con Stephen Marley acompañando instrumentalmente y dejando atrás verdes manchones que eran bosques de pinos, eucaliptos y coligües con el sol cayendo en el horizonte. “La ocasión lo amerita”, pensó luego de sacar la cola que guardaba en el bolsillo de su camisa, envuelta en una pequeña bolsa de plástico. Presionó el encendedor del auto y esperó, todo esto sin sacar las manos del volante. El Pop! del aparato indicó que estaba lo suficientemente caliente. Acercó el resorte interno al rojo vivo a sus labios, los que sostenían el resto de marihuana que pretendía fumar.

Una quemada, dos, una pitiada larga y aguantó. Se puso rígido en el asiento, sosteniendo el manubrio y conduciendo totalmente tieso, mirando a uno y otro lado. Una contracción, dos…siguió aguantando. El humo picante le dificultaba la cosa. Casi una arcada, otra contracción, y tuvo que soltar. Salía a raudales, proveniente de sus pulmones, llenando el parabrisas del auto, luego escurriéndose por la ventana abierta. El efecto tardó poco, en realidad fue casi inmediato. En pocos metros el viaje cambió. Seguía bajando por la carretera, había pasado la última pasarela y se acercaba a la calle principal. Dentro de pocos minutos y una curva, Valparaíso se abriría ante sus ojos, con el cielo rojo oscuro, bermellón, mientras se mantenían los últimos y débiles rayos de sol. La entrada a la ciudad, custodiada por los cientos de carteles y lienzos plasmados con caras de políticos y empresarios lo trajo de vuelta al presente. Las elecciones presidenciales se acercaban y el país entero estaba convertido en un campo de advertising, la maldita propaganda política inundaba todo: plazas, parques, miradores, calles. Ni las quebradas de los cerros se salvaban de la invasión.

El espectáculo era tan jodido que prefirió subir las ventanas y darle volumen a la radio. Marley desapareció casi por instinto. La cara de los huevones que van a estar metidos por cuatro y seis años en el Congreso le asqueó al nivel de buscar lo más duro en el mp3 y seguir la volada, con esa pizca de odio necesaria. Una canción, dos, cinco, diez. Por fin lo encontró. Non Servium sonaba fuerte, destructor. Jack rompía la armonía previa, y dejaba en el auto las ganas de atropellar al primer transeúnte que cruce indebidamente la calle, poniéndose en su camino. Llegó al primer cruce con semáforo de la avenida, y deseó con ganas que un camión se descarrilara detrás del Forza, y mandara todo a la mierda, chocara contra el muro y saliera despedido por el parabrizas, cayendo inerte en el pedazo de pasto que hay al otro lado del concreto. Pero no pasó nada, ningún camión, ni bus, ni una 4x4 que se acercara peligrosa. Mierda, no siempre se tiene lo que se quiere; dijo recordando a la Angélica de los Rugrats.

Luz verde. Aceleró a fondo con el auto en neutro, pelando forros con ganas. Primera y partió, segunda, tercera. Iba a noventa y los semáforos daban la pasada. La feria del bandejón central ofrecía un paisaje colorido pero pobre, los cuicos le dicen pintoresco, para él era sólo Valpo. El ringtone del celular lo sacó de sus pensamientos. El nombre que aparecía en la pantalla le molestaba más: Pablo. Joder, eran las 7 y media y el huevón está saliendo de clases, esperándolo para partir al carrete. Apenas dobló por Pedro Montt, se puso a pensar dónde podía comer algo rápido, antes de llegar a Playa Ancha a recoger al hueva. Siguió de largo, dejando atrás la plaza Ohiggins y el Mayorista. Frente al Cine Hoyts se acordó de la Claudia, y que supuestamente irían a ver juntos Inglorious Bastards, la nueva de Tarantino. Otro día, pensó, mientras se alejaba del letrero de la película. Plaza Victoria. Ripley. Patio de comidas, algo de chatarra para alimentarse insanamente antes de lanzarse en la noche. “Para llevar”, le dijo a la cajera mientras le pagaba la hamburguesa con papas y bebida. Bajó las escaleras y llegó a la calle. Caminar media cuadra y subirse al auto. Moverse por la calle paralela a Condell y bajar por Huito hasta la avenida Brasil. La bandeja desechable que le pasaron en el Lomitón servía a la perfección para esas ocasiones. Le dio un mordisco grande al sandwich y tragó con ayuda de la Fanta que tenía en el vaso, también desechable. “Comida desechable para una sociedad desechable”, se cagó de la risa y subió por la calle, dejando al nivel del mar la caleta El Membrillo y los puestos de empanadas y pescado frito. Las ocho, y el Pablo había llamado 4 veces más. “A la otra le respondo”.

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Corte. Se Imprime: Junio 06, 2010. 23:25

domingo, 6 de junio de 2010

XXXV: Sweet Dreams

Ya era hora de escribir algo. Aunque sea solo para que el video deje de estar en la parte alta del blog.

La vida va bien. Al menos iba bien hasta hoy. Me desperté con la cabeza dando vueltas, reseca, y los ojos ardiendo. Lo peor de todo, es que NO era por caña (hace raaaaato que no tomo). Me puse el termómetro y la sentencia fue lapidaria. Pero al menos el resto sigue bien. A mi compadre lo dieron de alta el jueves, y el viernes nos quedamos viendo películas y comiendo una pizza vegetariana. Pasao a serie gringa pero es lo que hay.

Fue genial tener a La Familia reunida nuevamente. Consigliere, SottoCapos, y Lulú (es la única mujer a la que se le permite el acceso xD). En cierto sentido somos como "The GoodFellas", un grupo de cabrones que se conocieron, crecieron juntos y tienen asuntos en comun. Además de una que otra anecdota pandillesca y negocios ilegales (si oh). Pero en fin, fue genial vernos juntos, tener la foto del momento. Y poder reirnos de lo que una semana atrás era la tragedia más grande que nos había tocado. La sacamos barata hermano...

Pues bien, la vida vuelve a ser alegre, el sol sale por el horizonte y se oculta tras el océano, todo está bien. Genial. Pero hace unos días tuve un sueño jodidamente extraño. Casi premonitorio. En él, aparecía una persona que anduvo dando vueltas por mi cabeza durante un tiempo, pero aparecía diferente, incluso con otro color de pelo. Lo freak de todo es que me quedo dando vueltas el asunto, y trate de ver en qué andaba; jodidamente estaba igual a como la vi en el sueño (uuh! soy psíquico).

Aunque esa fue la parte "rara" por así decirlo, lo que vino después me trajo calma. No sé si habrá sido uno de esos sueños premonitorios, o si es simplemente una jugarreta mental de mi subconciente. Sea lo que sea, los fantasmas del pasado se desvanecen, entre tintes de rojo y gris.

Sigo esperando tu retorno. Y sigo dándole algo de Rock & Roll a mi vida. Y sobre todo, sigo aquí.

El otro día escuché esta canción mientras caminaba a tomar la micro para ir a Curauma. Y saben qué, me alegró el día

**Su toque con Bob el Constructor


Bitácora del Capitán: Junio 06, 2010. 22:39