lunes, 3 de mayo de 2010

XXV: Mate Pastor.

No sé qué me dio, pero de un momento a otro tuve la necesidad imperiosa de salir a la calle. Bajar caminando por el paseo del mirador, pasar por fuera de la mega mole comercial que se instaló en una de las laderas de mi querido cerro, y llegar al plan. Llevaba varios días en cama, sin contar anoche, y estaba algo estresado. Tenía que salir, tenía que escapar... pero de qué, y a dónde...

No tenía claro nada salvo la imperiosa necesidad de salir y respirar. Agarré mi mochila y partí sin rumbo fijo, sin celular, sin hora de retorno. Simplemente partí a caminar. Llegué a las puertas de La Polar, mientras me percataba de mi entorno: una ciudad bulliciosa, un mar de gente, un vaivén de bolsas con mercadería, pasajeros en espera del transporte que los llevaría a la "seguridad" de sus hogares, trabajadores saliendo de una pesada jornada laboral, micreros, colectiveros, etc. La tarde estaba llegando a su fin y todo este universo seguía invadiendo el espacio que en ese momento quería para mi.

Caminé por la Av. Argentina en dirección al Congreso. Al poco andar fue tanta la bulla, la indiferencia, la carga que había en esas caras que pasaban a mi lado, de cansancio, frío y hastiamiento, que estuve a punto de ceder y tomar el camino que siempre tomo cuando busco una salida. Pense que tal vez el muelle volvería a cobijarme y el sonido de las olas en su eterno movimiento de ir y venir calmaría esa angustia que tenía, que aún seguía sin entender a qué se debía. Tenía que salir, y lo hice, pero para qué, qué estaba buscando... Me angustié aun mas, pero recorde el paraje que me esperaba, y era algo que ya conocía. El Plan B era Brasil, las palmeras, estatuas y el bandejón central de arena y pasto, el mismo que recorro cada vez que salgo en busca de la noche, de una aventura, de algo que sé que está ahí. Rutina, en otras palabras, la misma calle, el mismo paisaje, las mismas putas escusas y las mismas explicaciones. No, no era eso. Esta vez quise algo mas, algo diferente.

Y seguí, a pesar del ruido, del mundo y de todo lo que el sentido común me decía que encontraría en ese camino. Seguí... Iba frente al congreso cuando noté unas luces y carpas en la plaza Ohiggins. Al menos algo había de diferente, de novedoso. A pesar de ser una feria que poco tenía para ofrecerme en ese momento. Caminé un poco más y me detuve a ver los títulos en el lomo de los montones de libros contenidos en una caja, de uno de los puestos en la feria de antiguedades.

Irónicamente el que más me llamó la atención era la Distopía ofrecida en el "Mundo Feliz" de Aldous Huxley. Se me vino a la cabeza la típica autopromoción del canal TNT "pasa en las películas, pasa en la vida real, pasa en TNT". Me reí un poco y pregunté el valor. Dado que no contaba con dos lucas (igual pensando en el libro es una ganga), seguí buscando a ver si tenía suerte en algún hallazgo (en la feria de las pulgas conseguí a Luca "Tinta Roja" de Fuguet la semana antepasada). Y entre libros viejos, rotos y algunos sacados (casi seguro que inescrupulosamente) de colecciones de colegios y hogares de niñas, encontré un Juan Salvador Gaviota a muy mal traer. Sin tapas duras, y de una encuadernación pobre, pregunté nuevamente por el valor, y aquí me di cuenta de que el viejo que atendía ese puesto es un total concha de su madre, sin aprecio ni interés por los libros, ni por ayudar a esparcir la cultura. Dos lucas un libro en ese estado, y que para más remate decía el nombre del dueño, su establecimiento e incluso un tierno "1º D".

Hay personas sin escrúpulos en este mundo, lo entiendo, lo reconozco y me da rabia, pero ser tan cabrón como para tener esos libros, en ese estado, y cobrar las mismas dos lucas... Me indigné con el hombre y seguí mi marcha, sin nada en qué pensar, ni nada que hacer. Me rehusé a volver derrotado a mi casa, sin haber encontrado la razón que me hizo el salir tan desesperadamente de ahí. Caminé, mirando mi entorno, y fijé la vista en las mesas del club de brisca de la plaza. Vez que paso por ahí me da rabia el pensar que, años atrás cuando venía con mi viejo a la ciudad y paseabamos por ahí, la mitad de las mesas eran de los ajedrecistas, y yo disfrutaba tardes enteras sentado, viendo, observando, aprendiendo de las jugadas de verdaderos maestros. Amaba ir a jugar ajedrez a la plaza, y vez que pasaba por ahí me detenía a mirar una o dos partidas, lléndome luego feliz a continuar el viaje por las calles del plan.

Busqué casi sin esperanza que hubiera al menos una mesa con piezas y dos sujetos sentados, enfrascados en una contienda de concentración y razonamiento, y cuál fue mi sorpresa al encontrar unos cuantos aventureros que debatían la victoria de sus respectivos reinos, algunos de color, otros en blanco nácar. Me acerqué y me puse a mirar... Jaque, alfil por torre, peon 6c, dama por caballo (jaque), rey f8, alfil por e7 y Jaque Mate. Increíble. Recordé mis tardes de pendejo en el taller de Ajedrez del "Pingüino" en el Simón Bolívar, los torneos de ajedrez en la municipalidad, y las partidas en el condominio con el Bolivia, su viejo, el Osvaldo, y tantas cosas... hace años que dejé de jugar, pero tengo aun los recuerdos del juego que me enseñó mi papá cuando tenía cuatro o cinco años, allá en el departamento de Victoria Subercaseaux, en Santiago centro.

Un tipo canoso, entrado en los sesenta, preguntó a otro algo más joven si quería jugar. Ante la negativa de éste me atreví y dije "yo juego, si tiene piezas". Nos sentamos unas mesas más allá, con algo más de luz y dimos inicio al primer juego. Mientras acomodábamos las piezas le advertí que no se extrañe si me gana fácilmente, estoy demasiado fuera de práctica en el circuito. Y comenzamos. Peón, caballos, enroque corto. Entre jugada y jugada, el hombre canoso me explicaba algunas reglas que yo ya sabía, no por dármelas de arrogante, si no por que pasé horas y horas durante mi educación básica y media metido en excitantes partidos con compañeros y profesores. Qué grandes recuerdos de los partidos con el "Tío Victor", el que atendía el quiosco del colegio, a la hora de almuerzo. En ese entonces yo estaba en mi mejor juego y llegaba a ser arrogante, entregando damas, haciendo jugads magistrales y de vez en cuando humillando a mis oponentes.

En esta ocación estaba casi seguro que el humillado sería yo, pero no me sentí menos ni nada de eso. Mientras seguía el juego el hombre saca una cajetilla de cigarros y me ofrece uno. Cortézmente acepté y, entre fumada y jugada, me dispuse a saber algo más de mi contrincante. Tenía 66 años, no recuerdo el nombre (soy pésimo en eso, siempre se me olvidan), y supe que se dedicaba a la rentas. La partida continuó hasta lo que fue el primer jaque mate. Pero no me sentí derrotado. Animado quise más y le propuse una segunda. Cambiamos de color de fichas y empezó el segundo juego. La rutina del peón, caballo, alfil, enroque, etc etc etc. Nuevamente me vi encerrado y en un jaque mate. 2-0, pero no importa. Seguimos. Tercer encuentro, tercera derrota.

A medida que los juegos transcurrían, volvían a mi los viejos conocimientos que creí olvidados en parte, y a cada jugada la cosa se le complicaba a mi contrincante, que sorprendido, iba diciendo "te falta training, solo eso... en un tiempo más de seguro me vas a ganar". Me reí y le dije que era posible, pero no aseguraba nada. Además, mientras más juegos, más público había a nuestro alrededor, llegando a haber entre 4 y 5 observadores cuando comenzamos la cuarta partida.

En lo que, pretendí, fuera mi último partido, por fin logré el Jaque mate a mi favor. Me llegué a sentir triste, algo consternado por haberle ganado al personaje que estaba frente a mi, que a medida que los encuentros seguían iba preguntándome si entendía lo que era el "peón al paso", la manera de enrocar, etc; todas reglas que ya conocía gracias a la útil enseñanza que obtuve de parte del inspector de la escuela donde terminé mis enseñanza básica y el taller de ajedrez al que le debo tanto. Felicitaciones a mi oponente, estrechando la mano de los que vieron el mate, otro personaje se interesó en jugar conmigo. Y bueno, seguí sentado en la, algo incómoda, silla de madera y fierro adherida a la mesa, mientras otro personaje entraba a la contienda. Si bien perdí, el juego fue interesante, al nivel de quedar yo con el rey, y hacerle perder 3 peones y un alfil. Aunque me superaron las dos torres y el rey oponente.

Mientra nosotros jugábamos, había un grupo de indeseables que estaba gritando y echando garabatos y molestando el ambiente. No digo ser puritano, pero es una lata el estar rodeado de eso cuando estás en un juego mental tan apasionante como el ajedrez. Entre eso escuché a mi anterior oponente decir "están marihuaneados", para referirse al grupete de ebrios que rompía la armonía del lugar. Si bien no me enojé, me molestó un poco la facilidad con la que las personas le echan la culpa al cannabis cuando ven algo desagradable. Ni siquiera dijo "estan tomando", no, directo a la ganjah. Y bueno, le comenté que he fumado, y que conozco bien las propiedades y efectos de la llamada droga, y lo que se veía en ese grupo (gritos, peleas, discusiones y verborrea flyte ininteligible) era obvio que no lo provocaba la planta, sin tratamientos ni químicos.

Y fruto de mi aclaración, nos metimos en una conversación acerca de los usos terapéuticos del cannabis, y ejemplifiqué otras drogas que se utilizaron hasta la demonización de los psicotrópicos, culpa de la sociedad de bienestar gringa y sus malditas concepciones morales. Desde el Laudano (hasta el día de hoy no se encuentra mejor cura para la rinitis alérgica, reumatismos y otros dolores), entre otros.

Escuchaba atento el hombre que tenía frente a mí, que para mi sorpresa era Egresado de Derecho de la Universidad de Chile, y el debate se extendió y hablamos de drogas, ecologismo, naturaleza, el sistema, y lo que cada uno de los presentes pensaba. Hombres de edad avanzada (60, 70), compartiendo con un veinteañero jugador de ajedrez y estudiante de periodismo (entre otras cosas), y fue en este nutrido debate, cuando el hombre canoso de 66 años, rentista, que me había ofrecido amablemente cigarrillos, dijo que tenía una loca teoría, un ideal, que se trataba de la Eliminación del Dinero. Tal cual, Abolir el uso de la moneda dura. Un hombre de 66 años, que su trabajo se basa en eso, quiere como sueño, eliminar el dinero, y volver a una sociedad de trueques e intercambios. Y me sentí en casa.

Al principio me sentí algo incómodo al hablarle a hombres de criterio formado sobre los usos de la cannabis, pero ahora entendí que no estaba en un lugar extraño, que hablábamos en la misma sintonía, con matices diferentes de un mismo sueño. Les dije que soy anarquista, que creo que deberíamos volver a los tiempos del hombre nómade, y les expliqué mis razones. El partido de ajedrez pasó a segunda y tercera prioridad, mientras nosotros debatíamos sobre el dinero, el sistema, el poder y cómo el mundo hoy esta "patas arriba". Y fui feliz. No creí que encontraría hombres de edad avanzada convencidos de los vicios del sistema, y con las ganas y la convicción de que hay que cambiarlo, que debemos evitar que el horror siga, que debemos generar un cambio de mentalidad, una nueva educación, donde el otro no sea tu enemigo, no es competencia, si no un mutualismo y cooperativismo en el cual crezcamos todos, para volver a hacer un Mundo Feliz, pero de verdad.

La temperatura estaba bajando cada vez más, y el frío hacía el debate algo tedioso, pero las palabras finales fueron tan geniales que no pude más que sorprenderme, y me atreví a dar el cierre, tal vez como el nuevo elemento, tal vez como la generación a quien le toca lograr el cambio, y dije que nada va a cambiar mientras no logremos una verdadera eduación, una nueva cultura, algo nuevo. Y me excusé, diciendo que debía levantarme temprano. Me fui con una gran sonrisa en mi cara, feliz.

Encontré lo que había ido a buscar, encontré lo que me hizo salir de mi casa. Encontré compañeros de armas en una lucha contra el mundo, contra el sistema y contra el reloj. No nos queda tiempo, y me dio pena ver que aquellos soñadores habían vivido más de la mitad de sus vidas, y no les quedaba mucho tiempo (aunque espero sean unos largos y prósperos años, francamente espero que así sea). Y me vi en el deber de hacer el cambio, de seguir adelante. Encontré una razón más para creer que no estoy equivocado, que las cosas están mal y que debemos hacer algo.

Llegué a mi casa y me senté frente al computador, y me puse a escribir. No existe una manera mejor de terminar una semana.

Bitácora del Capitán: Mayo 03, 2010. 00:35

2 comentarios:

  1. Feli, que gusto leerte... yo a menudo tengo esa necesidad, de salir de mi casa e ir en busca de aquello que me falta y que no soy capaz de reconocer y para fortuna mía siempre encuentro algo, una conversación, una sonrisa, una mirada que me hace reafirmar la idea de que hay más gente linda allá afuera de la que imaginamos y de la cuál siempre, siempre podemos aprender algo.

    Un besote, que tengas una buena semana y escápate más a menudo a jugar con los tatas :)

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  2. ME LLEGÓ.
    CUÁTICO.
    Te juro, como que justo ahora necesitaba leer algo así.
    Primero, la entrada esta buenisima, y te entiendo caleta, siempre hago eso, ahah de salir a buscar. uno nunca sabe con lo que se encuentra!
    tu te encontraste con algo bacaan *.*

    el cannabis (L)uff.. con las cosas que me han pasado aca, tuve que dejar de fumar ganjah aqui. (por estos lados no llega mucha ganjah sin quimicos). pero con lo que escribiste me hiciste recordar por que seguire defendiendo la ganjah aunque la deje por harto tiempo. gracias por eso :).

    y lo otro...
    lo del nomade.
    waaai. lo del mundo feliz.
    tengo que mandarte un libro que estoy haciendo.
    quizas me puedas ayudar.
    pero pienso lo mismo, sabes que tenemos muchos ideales en común.
    sigue escribiendo .
    esta buenisimo en serio.

    Karinilla

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