De un momento a otro, el mundo se viene encima. Un telefonazo, una voz, y un flashback de los últimos 4 años de mi vida. Mi mejor amigo, casi mi hermano... fueron 3 cm.
La noche no avisó, el karma atacó sin motivo, sin mediar, de sorpresa. Fueron 3 cm. los que salvaron a mi compadre... la diferencia fue de tres centímetros.
Mientras la voz casi apagada de mi mejor amiga, de hipo en hipo iba soltando los hechos, mi mente viajaba a mil por hora... las noches eternas en el parke, las cervezas mal habidas, el ron macheteao' y los cigarros que iban y venían. Las antiguas canciones en la desgastada banca de madera, mientras con un encendedor destapábamos una tras otra botella de Báltica; las tardes viciadas en el semáforo, antes de los tiempos, antes de ahora, antes que ser malabarista se pusiera de moda, cuando en una jornada caían fácil seis o siete lucas; las noches recorriendo Valpo, sus miradores, paseos, escaleras y escondites. Mil y una aventuras contadas en el 21 de Mayo, mil y una noches en el Bar La Aduana, mil y una tocatas.
Las imágenes dejan las calles, y se vuelven a los cerros, se alejan, se mueven. Campamento, Erica, Coinco, Punta de Piedra... Son muchas... son más de mil noches de juerga, aventura y hueveo. Mas de mil noches de parranda, bohemia y amistad.
La voz entrecortada de la flaca me devuelve a la realidad. Tres centímetros... La bala estuvo a tres centímetros del corazón... a tres centímetros de la arteria que pasa por el brazo. A tres centímetros del pulmón.
La diferencia la hacen tres centímetros! Te amo hermano... Y recupérate pronto... para que las mil sean miles.
*Gracias, por que puedo cantar esta canción, y no Brindo una de Más
En medio de una búsqueda por algo para fumar, me puse a registrar mi pequeña cajita de los recuerdos. Lo reconozco, es una caja total y completamente gay, de color celeste incluso, y antes, cuando funcionaba, tenía un candado dorado. Totalmente gay. Obviamente cuando la empecé a usar (en un principio como alcancía), la recubrí con cinta de embalaje café -no pretendía gastar huincha aisladora con esa huevada-, y la traté de enchular un poquito.
La dejé en el mismo lugar donde se encuentra hoy, más de 5 años después. La cajita dejó de ser alcancía hace rato (léase alcancía como artefacto con ranura para echar monedas y con cierto nivel de seguridad anti intrusos, aunque sean esas alcancías de las colectas), y hoy conserva las cosas que van significando algo para mí. La huevá sigue siendo gay, pero es lo que hay.
Así que, de guardar las monedas recogidas del macheteo, y posteriormente de los malabares, aumentó la diversidad de su contenido... Cartas, la colección de fotos de carné (quién no tiene una!), y otros objetos misceláneos que iban apareciendo (llaves de candados, alfileres de gancho, papeles, etc etc etc).
Seguía buscando, sacando cosas para ver si al menos había algo guardado, o suelto o roto o como fuera, pero nada. Llegado el momento de retornar todo a su sitio, y devolver la cajita a su lugar reservado entre la colección de cajas de cds y la botella con monedas, me vi con una carta en la mano, y sobre el escritorio, más cartas, más recuerdos, incluso un dibujo. Mi maldita curiosidad no pudo contenerse, y por su culpa quedé pagando el resto de la noche, pensando y repensando mil y una porquerías en mi cabeza.
Leí la carta. Antes de terminar de abrirla, ya sabía de qué se trataba. Un pedazo de papel manchado con tinta, una hoja de cuaderno, con la letra de mi ex, preguntándose y preguntándome algunas cosas, y más que nada, vaciando todo junto con la tinta. Recordé que fue en una noche clara, que hacía frío y que llegué a su casa después de que me cortara el teléfono... La leí, y me recordé a mí mismo hace un par de años. Mis sueños, mis intereses, mi forma de ser y de buscar, mi yo de ese momento, y me dolió.
Fue fuerte ver al cabro chico que era antes, que no quería madurar, que no quería seguir creciendo. Era difícil ver entre esas líneas los recuerdos que me llegaban, no tanto de la relación que tenía, si no de quién era yo. Después de cerrarla, la dejé a un lado. No recordaba el mes, pero sí el año: 2008.
Después tomé otra carta. Esta estaba escrita en hoja roneo (la cafecita), y tenía uno que otro decorado con escarcha. Año 2007. Fechada el día de mi cumpleaños. Lo que había escrito variaba totalmente del contenido de la primera, era totalmente distinta. Otra persona escribía, otro era el personaje al que le estaban escribiendo, otro era el momento... Aunque sólo era un año de diferencia, era algo totalmente distinto. Esta vez eran los sentimientos de una niña enamorada, que en varios sentidos abría los ojos; y el que recibía, era un pendejo, con ganas de aparentar de todo ante un mundo algo dificil, contra el que sigue agarrándose pero de otra forma, un niño que no sabía de amor, de sentir, de amistad... era un huevón de mierda alcohólico mala tela pero buena leche.
La carta no me trajo lo mismo que su antecesora. Esta vez, a pesar de cómo terminó todo, fueron cosas tiernas, me hizo pensar no en mí, si no que en ella, una niña de ojos grandes, expresivos, que se abrían ante algo nuevo o una sorpresa. Sentí que ya hice las paces con ella, conmigo mismo y con el karma después de esa relación. Sentí que todo estaba bien.
La última, en el fondo, era la primera. Un día de enero del 2006, años atrás, antes de conocer a mi mejor amigo, antes de muchas cosas... La carta no tenía nombre, no tenía firma, pero estaba dedicada, con un dibujo incluso. Recuerdo haberla leído hace poco menos de dos años, sin recordar bien quién la había escrito. El tipo de letra me llamaban la atención, y gracias a eso pude recordar su remitente. Mi mejor amiga, al poco tiempo de habernos conocido. Era una carta muy linda, de un ave a la que ayudé y reparé su ala rota. No me recordó a la mujer que era ella en ese entonces, ni a mí mismo. Me hizo pensar en ella el día de hoy. Me hizo pensar en que ya iban más de dos semanas sin vernos, ni a mi compadre, que por esas casualidades del destino es su pololo, desde hace tres años.
Las puse en orden cronológico, y las volví a leer. Y me vi triste. Vi que personas habían depositado sus secretos, sus sentimientos en mi, y sentía que en parte los había defraudado, de distintas maneras. Como amigo tal vez, como pareja a veces, como ser humano incluso. Y me dolió. Y me jodí. El ron extremo (Ron c/Kem Xtreme) hacía efecto, y el reciente paso a semifinales de mi equipo no ayudaba en ese momento.
Le hablé a otro de los individuos que circulan en mi vida diaria, llámese Pablo Vanni, y me desahogué un rato (puta que suena maricona la wea, pero en fin), y hablamos. Y con esa ironía y humor negro que nos caracterizaba, trató de subirme el ánimo. No lo logró, pero me hizo pensar en otras cosas... y eso me alivió. Viernes-Sábado Aunque me jodió un poco el mate, esa noche era necesaria. Llevaba mucho tiempo sin uno de mis clásicos episodios depre que siempre me jodían la vida y empezaba a olvidar lo que se sentía. Pero esta vez fue mucho menor. Más suave. Mejor. Creo que poco a poco he ido entendiendome, y, gracias a la maldita sicología (la detesto pero la utilizo, y me resulta), voy aprendiendo cosas de mi, sacando trancas infantiles, y poco a poco, madurando, creciendo, mejorando.
Me vi a mi mismo unos cuantos años atrás, un par, y quién soy yo ahora. Y creo que no he equivocado el camino. No me arrepiento, según suelo decir aunque en el fondo sí quisiera poder hacer denuevo algunas cosas, pero son detalles; y puedo decir que he aprendido de casi toda experiencia. Me siento tranquilo, contento, y relajao. Domingo Mientras escribo, trato de pensar cómo podrían ser los mini relatos para el concurso Santiago en 100 Palabras. Ayer vi Memento y francamente me arrepiento el no haberla pescado antes (muy buena), y Los Infiltrados, la notable de Scorsese. Mientras comíamos alguna que otra chanchada (papas fritas, queques, jugo, mayonesa, etc), y después de pensar por enésima vez que mi rostro va a recordar por un mes lo comido este fin de semana, me relajé, enrollé un cigarro con tabaco de chocolate y papel de maíz, y sentado, tapado con un cobertor de plumas, en el sillón de mi compadre, y lo encendí. Soft, cool.
La pequeña crisis se fue, y quedó el cielo despejado, aun más que antes, esperando que el sol salga denuevo, sin caña ni lentes oscuros. Ya no hace falta...
*Por que sonó justo mientras terminaba de escribir, y no se me ocurre nada mejor
Estaba tirado en el pasto del campus. Echado. Recibiendo el sol en toda la cara, salvo los ojos, que siempre estaban protegidos o cubiertos por sus Ray-ban negros a lo Maverick aunque la Marce dijera que le quedaban horribles y que a él no le sentaba el papel de rudo-pero-tierno de Tom Cruise en Top Gun. Acostado sobre el césped, sintiendo cómo el efecto de la falopa iba abandonando su cuerpo poco a poco, reemplazada esta vez por el dulce y picante sabor del cogollo brasileño, conseguido por obra y gracia del Espíritu Santos, que se había fumado minutos antes en el estacionamiento, arriba del Suzuki Forsa que le había pasado el papá cuando pasó a segundo año de Ingeniería en la U. Los rayos del sol iban tostando sus brazos mientras las gotas de sudor corrían por su frente, deslizándose hasta el lóbulo de la oreja, y su camisa iba humedeciéndose cada vez más.
Con el volumen del mp3, obsequio del hermano para su último cumpleaños, no sintió que se acercaban dos personas, uno con polera roja, pantalón de mezclilla y zapatillas Vans además del ya clásico jockey negro para poder cubrir su piel de los rayos UV y la otra de pelo negro, largo y liso que le caía hasta la mitad de la espalda. Traía una polera de los Clash, jeans rajados en la rodilla a lo Kurt Cobain y zapatillas Converse rojas. -Buena perro, estábamos preguntándonos dónde te habías metido -¿Estábamos?-preguntó con tono sarcástico, sacándose el audífono de la oreja derecha. La voz que acababa de escuchar era familiar. Fernando Santos, el Espíritu. Le decían así por que era albino. Miró en la otra dirección para averiguar a quién más se refería con el “ábamos” pero la respuesta era obvia. - Sí, estábamos buscándote – La voz de la Nacha retumbó en su cerebro, atacando el subconsciente que le hacía revivir ese carrete en el Quisco cuando de puro wired le pasó un huiro, se quedaron fumando mientras todo el mundo había ido a la playa y terminaron tirando en el sillón del living, dejándolo empapado y maloliente.- Na’ que ver lo que hiciste en Inglés. La profe quedó mirando con cara de atraso y todos los del curso empezaron a pelarte. - Lo que haga o deje de hacer es asunto mío Kimosabe. Volvió a poner el auricular en su lugar y aumentó el volumen de la música. Estaba corriendo Wish you were Here de Pink Floyd, canción que irremediablemente le recordaba a su viejo, en esas tardes, arriba del Gran Vitara comiéndose kilómetros y kilómetros de carretera, viajando por Chile, recorriendo playas, pueblos y desiertos al ritmo de Roger Waters y el resto. Una vez él le habló de Sid Barreth y le dijo que era la verdadera esencia del grupo, el real bad ass que había electrizado al mundo, y en el que se había basado la película The Wall y a quien iba dedicada esa jodida canción que ahora volvía a escuchar. Obviamente no le entendió nada hasta que la vio, volado hasta los huesos en la casa del Becker, cuando el carrrete había muerto y los demás estaban tirando o vomitando en el baño o el patio de la casa. La canción estaba por terminar cuando la Nacha le pegó una suave patada en las piernas. - Fuck off, todavía no termina. - Fuck you, tenemos que entrar a clases. El pelao Falcon no perdona ni cinco minutos. - Ni ahí con el viejo ese. El ramo lo paso igual, además, el huevón es amigo de mi papá. Por último una coima a fin de semestre y queda todo arreglado. - No tienes remedio huevón. Vamos Feña. A la Nacha no le gustaba decirle Espíritu, le molestaba, decía que era un símbolo más de discriminación en contra de las personas diferentes, y que por cosas así habían matado a millones de judíos en la segunda guerra mundial. Él, ni ahí. -Perro, ¿te queday conmigo? Nos vamos al auto a darle duro a la radio nueva, y nos fumamos el otro, mira que están power. - Hoy no compa’. Estoy crítico en asistencia y no quiero echarme otro ramo, aparte el profe me tiene en el ojo hace rato. - Desde que llegaste conmigo ultra high al examen oral en primero y le respondiste puras huevadas, si hasta le terminaste hablando en pro de la marihuana y lo mal que hacía la prohibición, jaja. Se rió con ganas pues recordaba bastante bien la cara del vanagloriado señor Falcon cuando salió de la sala y lo quedó mirando fijo. Claro, no le cachó los ojos rojos gracias a los anteojos, pero el cabrón dijo en voz alta “Esta conducta nunca la esperé de usted, señor Santos. Se nota que está siendo influenciado por ciertas personas, en esa última parte lo fulminó, como tratando de traspasar la barrera de los Ray-ban. - Sí, desde entonces no me deja tranquilo. Miró al suelo y siguió a la Nacha, que ya iba entrando al edificio de concreto donde estaban las salas de clases, sin despedirse...
__________________________ Corte. Se Imprime: Mayo 17, 2010. 21:50
Esta vez el panorama es diferente. Miro por la gran ventana que tengo a mi lado y el panorama es increible. Edificios, luces, algunas nubes perdidas y una montaña imponente. Escribo estas líneas desde mi refugio ocasional llamado Ñuñoa, en el depa de mi viejo en la Gran Manzana capitalina.
Digamos que, por un momento, las cosas van bien. Pensemos que en este punto la vida me sonríe, y yo le doy una sonrisa de vuelta. Han sido unos meses agitados. El terremoto presagió un marzo negro y un comienzo de año dificil, al menos para la mayoria de los mortales. Pero fue lo contrario. Fue diferente. Incluso, fue genial.
No me quiero burlar con esto de todos los que sufrieron la catástrofe, ni de quienes siguen sufriendo las consecuencias de una vivienda caida, de un familiar perdido, de un jefe de hogar que ya no está. Mis vibras y fuerzas para todos quienes de una u otra manera perdieron algo con los 8,8 grados.
Pero conmigo la suerte fue distinta. Desde antes de que empezara, ya lo habia sentido. Mientras a mi alrededor habia caos, yo estaba tranquilo. Algo en mi interior me decia que todo iba a estar bien, que era el momento justo. Que no habia que temer. Desde el segundo exacto en que la tierra dejo de sacudirse, entendi que la energia habia cambiado, que el poder liberado fue tal que esto era un "partir de cero".
Hoy, desde el balcon del cuarto piso del edificio, emplazado a metros de Irarrázabal, echado en el mismo lugar donde escribí "PentHouse", veo el mundo girar. Y yo giro estoy girando con él, pero en sentido contrario...
Un recuerdo de este viernes en La Sala. Una canción que apareció dentro del SoundTrack del que ya he hablado.
Bitácora del Capitán: Mayo 17, 2010. 00:03 -(Setimiento...)
Mientras las gotas caen y golpean mi ventana, me quedé mirando al pobre gato gris que se refugiaba bajo el árbol que está frente a mi casa, al otro lado de la calle. Un escolar del liceo dobló la esquina y se acercaba rápidamente pero sin correr, justo en dirección al minino. Salió corriendo el animal y subió al tejado damasco del vecino, y desapareció tras el enlatado mojado por la lluvia.
Spiders suena en los parlantes, tengo la puerta cerrada y nada que me impida dejarme llevar por la música, encender uno, respirar. Un palo santo, el invierno... Amo los días de lluvia. Salir y correr, empaparme, volver totalmente golpeado por las gotas que caen y caen. Iría al mar. Agarraría mi tabla y volvería a zambullirme, a adentrarme unos metros, unos cuantos más. Llegar donde nace la ola, buscarla y lanzarme... Quiero aprender a manejarme con la ola, pero por ahora me conformo con lo que se. Volvería a sacar mi tabla de body y me iría a Con con. Pero hoy no.
Where is my mind, versión de Brian Molco y compañía retumba y me recuerda lo que pasaba hace casi un año. Fight Club se transformó en mi Biblia durante un tiempo. Y en parte sigue siéndolo. Pero el yo de antes no es igual al yo de ahora. No hay resentimientos. Ya no tengo esa necesidad de salvar al mundo, o de gritar a todo pulmón, ni de demostrar cosas. Aunque aún existen cosas de ese entonces, digamos que es diferente.
Como dije en el escrito anterior, el reloj vuelve a hacer tic, vuelve a funcionar... Energía. Fuerza. Confianza. Y pasión por lo que estoy haciendo... por fin vuelvo al equilibrio.
Se supone que en este momento debería estar estudiando, o leyendo... Pero la tinta coagulada está saliendo a borbotones, y no tengo intención de volver a dejarla estancada, mucho menos ahora que fluye libremente casi.
Espero esta sea la última vez que hable de ti en el blog. Aunque con los giros de la vida uno nunca debe decir nunca (no les suena a cliché?). Anyway, acá voy, nuevamente, a dar paso para que las palabras expliquen por mi lo que nunca he dicho, o no he sabido decir, o bien, nunca tuve las pelotas para hacerlo. (Uh que sonó apocalíptico eso!)
Bien. Acabo de borrar todo lo que llevaba escrito, solo por el echo de no estar seguro de decirlo. Soy un caso especial, deberían archivarme y mandarme al Hospital Psiquiátrico (llevo mi propia camisa).
Ayer, mientras terminaba y publicaba la entrada número XXVI, sonó por mis fonos una canción de Kravitz, y la cosa es que, según yo, hay que hacerle caso a la banda sonora de la vida... pero justo un minuto antes había sonado algo completamente diferente. Incluso, te mencioné la canción... Pero ahora Lenny se entrometía y plasmaba un "Stay away from me" que no cuadraba. O tal vez si.
Me quedé pensando, digiriendo un poco la canción, y por qué tal vez habrá sonado... Y motivado con algo de Hash, creo que he llegado a una respuesta, o decision. O tal vez una pregunta...
Sea como sea, la lluvia trajo limpieza, y renovación. Adoro la lluvia, en especial la primera del año. Esa que moja pero no moja, que rie, y que incluso invita a nadar. La temperatura no es baja, y el aire que corre es cálido, agradable. Venía de vuelta de mi primer entrenamiento, trotando por la calle, con la lluvia callendo, y me dije que debía limpiar de una vez por todas eso que llamo esencia. Y, aunque no quiera, o no me guste admitirlo, eres una espina, que tiene un 50/50 de convertirse en rosa, o ser algo que debo sacarme de la cabeza. No lo malinterpretes, no es que deje de hablarte, ni que seas algo malo que debo sacarme de encima. No.
Pero, si quiero limpiarme en serio, debo botar todo, vomitar la energía, botar la rabia, y escribir la tinta que sale a raudales por las venas. Entremedio de todo estás tú. Nunca me he atrevido a interrumpir el equilibrio de las fuerzas, digamos que llegué a pensar que era parte de lo que debía pagar, por mis errores y fallas anteriores, y que debía aceptar mi destino, sin tentar a la suerte con jugar mi mano contra algo que no sé que pueda ser. Tu cara de poker me intriga, y me jode el no saber ni tener certeza de qué hay detrás de eso.
Una de las primeras entradas de este proyecto de blog (revisando vi que era la número 8), llevaba la misma palabra por título: Sound Track. Pero en ese entoces lo que escribí no tenía ninguna relación con lo que quiero plasmar hoy.
En esa instancia, mi mente viajaba en otro sentido, y el soundtrack al que me refería eran las antiguas canciones y bandas que acompañaron mis años mozos. (Para más info AQUÍ)
Luego de la aclaración sigo con la razón que me hizo escribir hoy. Wow, al parecer volví a escribir en serio, seguido. No tuve botado solamente al blog, si no a las letras en general, dejando de escribir por meses y meses. Curioso.
Nunca les ha pasado que, en un momento dado, que por alguna razón es especial para uno, justo suena una canción. Puede ser que uno mismo la tararea, o la canta en la cabeza o a viva voz; o bien la escuchas de alguna parte (una casa, un auto, un parlante o como sea), y es justamente una canción que va acorde a la situación. Es como si la vida pusiera su propio soundtrack autónomo e independiente, diferente con cada uno, que se presenta en momentos que uno no imaginaría. Y cada vez que ese soundtrack suena uno no puede hacer nada más que tomarle atención. Ya me ha pasado mil y una veces, y esas mil y una veces ha dicho algo especial.
Es raro, incluso retorcido, que la vida y su energía nos deparen sorpresas así, me trae a la memoria ciertos momentos que quedaron grabados en mi cabeza, como cuando en 3º medio mi mejor amiga, la que me ayudó a mantenerme cuerdo en esa cagá de colegio, y que de paso quería secretamente, me dijo que no quería volver a verme, a hablarme, a saber nada de mí. Sí, es melodramático y todo, pero no deja de ser cierto. Y bueno, en ese momento el tiempo se detuvo, y la cosa se jodió... En mi cabeza empezó a sonar Solo Vivir de Skalariak, mientras yo me alejaba después de haberla mandado a la mierda y haberle dicho que si no me quería cerca me iría a Santiago con mi viejo (estaba tan harto de Valpo ese tiempo que feliz me hubiera ido a terminar la media allá). Voy bajando las escaleras del tercer piso, y en mi mente se repetía una y otra vez el "Quiero vivir mi vida, por fin sin ti seré muy feliz..." El cómo terminó la historia lo dejaré para otra ocasión, cuando hable de ella.
Recuerdo también el día en que, en la oscuridad de la noche, sentado a la ventana en un bus, me dirijía a este puerto, para quedarme definitivamente. Creo que fue el primer día de marzo. Alcancé a despedirme de mis mejores amigos, aunque quedaron algunos que no pude ver... y partí, sin nada claro, salvo que volvería a vivir con mi viejo después de años de separación, volvería a estar bajo sus normas, y volvería a tener problemas con él, a discutir, etc... Mientras pensaba en todo eso, en mis audífonos sonó Lejos Estoy de Dos Minutos, mientras me alejaba kilómetro a kilómetro de mi condominio, mis amigos, mi colegio, mi vida. Mis 14 años se iban a la mierda al llegar a esta ciudad hostil y diferente, y la música me jodía más. Pero en una parte de la canción dice "Pero pronto nena yo regresare, Y celebraremos estar juntos otra vez..." Sí, algún día tendría que volver, de visita o a vivir, pero volvería... La vida volvía a atacar con la canción justa.
Cuando pasa eso, no hay palabras, no hace falta agregar nada, la música lo dice todo. La vida tiene su propio SoundTrack, solo hay que escuchar de verdad. Cuando terminé con mi ex también escuchaba una canción varias veces... cuando las cosas estaban mal con la Claudia (la mina de Santiago con la que anduve un rato), justo salió Mike Bailey con su versión de "Wild World" en Skins, y así un suma y sigue. Obviamente no todo es tragedia. Recuerdo muy bien mi último día de clases en el colegio, cuando iba en la micro en la mañana, y en la Rock & Pop sonó Welcome to the Jungle, como diciendo que ahora se venía la selva, y que me preparase para ello.
Bien, hoy la vida volvió a hacer de las suyas al meterse en mi sistema auditivo con una canción, y más específicamente el coro de una, mientras hablaba virtualmente gracias al invento que Bill Gates compró a bajo precio a algún genio tecnológico, y lo transformó en el Msn. Estaba chateando con una persona que, para mí, es muy especial, y que de verdad quisiera conocer más a fondo, pero por las circunstancias y por mis miedos o aprehensiones, no he jugado ninguna carta con ella. La cosa es que hablábamos, no recuerdo muy bien de qué, yo tenía puestos los audífonos y estaba corriendo el Foobar, tal como en este momento, y apenas abro la ventana para responder algo que me escribió (no, no voy a transcribir la conversación...mejor suerte para la próxima), sonó algo de Incubus.
Alguna vez me pregunté qué tan lejos podría ser capaz de abrir mi alma, mi mente, mi YO, en este blog, este medio tan vacío, tan lejano y plástico, pero que a la vez permite tanto ("el papel aguanta mucho", y este es el papel de hoy en día). Pues bien, creo que hasta acá llegaré por hoy, por ahora, por hablar de esto, de ella... De todos modos, estoy seguro que se dará cuenta...
La vida tiene su propia Banda Sonora para cada uno de nosotros...
Frente al espejo, su rostro totalmente distorsionado le traía a la memoria el recuerdo de años anteriores; ese momento previo a los dieciocho donde era vivir el día a día, entre el colegio y los carretes diarios. Peleas, drogas, sexo casual y salvaje, “volás de pendejo”, pensó mirándose en el espejo. Estaba demacrado, demasiado cansado, demasiado hecho mierda, too high. El viaje iba en retirada, dejándole ese sentimiento de malestar típico que precede a la pálida.
Sacó el origami del bolsillo derecho del pantalón café, a lo Vin Diesel en XXX, y entró a uno de los cubículos individuales. Pase escolar, un billete de esos nuevos y el mini espejo de bolsillo que obtuvo del cosmetiquero de su vieja hace unas semanas. Vertió un poco del polvo blanco, guardado sacramente en el origami, en el pequeño cuadrado que reflejaba su mirada distraída, con la tarjeta plástica de color naranjo armó dos líneas, dos montoncitos de coca esperando ser absorbidos por su desgastado organismo. Hizo un tubo con Doña Gabriela con liposucción y cirugía, y aspiró. El malestar desapareció casi al instante, siendo reemplazado por el amargo sabor y la inmediata anestesia corporal.
El reloj en su mano izquierda indicaba las 08:42. Se limpió la nariz y raspó el resto que quedaba aún en el espejo. Sacó un cigarro y lamiendo el filtro lo pasó a través de la superficie. Movimiento típico del falopero algo experimentado. Guardó el pucho en la cigarrera y se miró en el cuadradito, para comprobar si no quedaban residuos de su reciente incursión psicoactiva, y en el fondo, para comprobar si era realmente él el que estaba al otro lado. Salió del baño, deambulando como inerte por el pasillo. “Aún no toca fuerte” pensó. Pasó sin mirar por la pequeña ventana inserta en las puertas de las aulas, subió las escaleras y llegó al tercer piso del aulario. Enfiló hacia el ala contraria al casino y buscó el número 305.
No sé qué me dio, pero de un momento a otro tuve la necesidad imperiosa de salir a la calle. Bajar caminando por el paseo del mirador, pasar por fuera de la mega mole comercial que se instaló en una de las laderas de mi querido cerro, y llegar al plan. Llevaba varios días en cama, sin contar anoche, y estaba algo estresado. Tenía que salir, tenía que escapar... pero de qué, y a dónde...
No tenía claro nada salvo la imperiosa necesidad de salir y respirar. Agarré mi mochila y partí sin rumbo fijo, sin celular, sin hora de retorno. Simplemente partí a caminar. Llegué a las puertas de La Polar, mientras me percataba de mi entorno: una ciudad bulliciosa, un mar de gente, un vaivén de bolsas con mercadería, pasajeros en espera del transporte que los llevaría a la "seguridad" de sus hogares, trabajadores saliendo de una pesada jornada laboral, micreros, colectiveros, etc. La tarde estaba llegando a su fin y todo este universo seguía invadiendo el espacio que en ese momento quería para mi.
Caminé por la Av. Argentina en dirección al Congreso. Al poco andar fue tanta la bulla, la indiferencia, la carga que había en esas caras que pasaban a mi lado, de cansancio, frío y hastiamiento, que estuve a punto de ceder y tomar el camino que siempre tomo cuando busco una salida. Pense que tal vez el muelle volvería a cobijarme y el sonido de las olas en su eterno movimiento de ir y venir calmaría esa angustia que tenía, que aún seguía sin entender a qué se debía. Tenía que salir, y lo hice, pero para qué, qué estaba buscando... Me angustié aun mas, pero recorde el paraje que me esperaba, y era algo que ya conocía. El Plan B era Brasil, las palmeras, estatuas y el bandejón central de arena y pasto, el mismo que recorro cada vez que salgo en busca de la noche, de una aventura, de algo que sé que está ahí. Rutina, en otras palabras, la misma calle, el mismo paisaje, las mismas putas escusas y las mismas explicaciones. No, no era eso. Esta vez quise algo mas, algo diferente.
Y seguí, a pesar del ruido, del mundo y de todo lo que el sentido común me decía que encontraría en ese camino. Seguí... Iba frente al congreso cuando noté unas luces y carpas en la plaza Ohiggins. Al menos algo había de diferente, de novedoso. A pesar de ser una feria que poco tenía para ofrecerme en ese momento. Caminé un poco más y me detuve a ver los títulos en el lomo de los montones de libros contenidos en una caja, de uno de los puestos en la feria de antiguedades.
Irónicamente el que más me llamó la atención era la Distopía ofrecida en el "Mundo Feliz" de Aldous Huxley. Se me vino a la cabeza la típica autopromoción del canal TNT "pasa en las películas, pasa en la vida real, pasa en TNT". Me reí un poco y pregunté el valor. Dado que no contaba con dos lucas (igual pensando en el libro es una ganga), seguí buscando a ver si tenía suerte en algún hallazgo (en la feria de las pulgas conseguí a Luca "Tinta Roja" de Fuguet la semana antepasada). Y entre libros viejos, rotos y algunos sacados (casi seguro que inescrupulosamente) de colecciones de colegios y hogares de niñas, encontré un Juan Salvador Gaviota a muy mal traer. Sin tapas duras, y de una encuadernación pobre, pregunté nuevamente por el valor, y aquí me di cuenta de que el viejo que atendía ese puesto es un total concha de su madre, sin aprecio ni interés por los libros, ni por ayudar a esparcir la cultura. Dos lucas un libro en ese estado, y que para más remate decía el nombre del dueño, su establecimiento e incluso un tierno "1º D".
Hay personas sin escrúpulos en este mundo, lo entiendo, lo reconozco y me da rabia, pero ser tan cabrón como para tener esos libros, en ese estado, y cobrar las mismas dos lucas... Me indigné con el hombre y seguí mi marcha, sin nada en qué pensar, ni nada que hacer. Me rehusé a volver derrotado a mi casa, sin haber encontrado la razón que me hizo el salir tan desesperadamente de ahí. Caminé, mirando mi entorno, y fijé la vista en las mesas del club de brisca de la plaza. Vez que paso por ahí me da rabia el pensar que, años atrás cuando venía con mi viejo a la ciudad y paseabamos por ahí, la mitad de las mesas eran de los ajedrecistas, y yo disfrutaba tardes enteras sentado, viendo, observando, aprendiendo de las jugadas de verdaderos maestros. Amaba ir a jugar ajedrez a la plaza, y vez que pasaba por ahí me detenía a mirar una o dos partidas, lléndome luego feliz a continuar el viaje por las calles del plan.
Busqué casi sin esperanza que hubiera al menos una mesa con piezas y dos sujetos sentados, enfrascados en una contienda de concentración y razonamiento, y cuál fue mi sorpresa al encontrar unos cuantos aventureros que debatían la victoria de sus respectivos reinos, algunos de color, otros en blanco nácar. Me acerqué y me puse a mirar... Jaque, alfil por torre, peon 6c, dama por caballo (jaque), rey f8, alfil por e7 y Jaque Mate. Increíble. Recordé mis tardes de pendejo en el taller de Ajedrez del "Pingüino" en el Simón Bolívar, los torneos de ajedrez en la municipalidad, y las partidas en el condominio con el Bolivia, su viejo, el Osvaldo, y tantas cosas... hace años que dejé de jugar, pero tengo aun los recuerdos del juego que me enseñó mi papá cuando tenía cuatro o cinco años, allá en el departamento de Victoria Subercaseaux, en Santiago centro.
Un tipo canoso, entrado en los sesenta, preguntó a otro algo más joven si quería jugar. Ante la negativa de éste me atreví y dije "yo juego, si tiene piezas". Nos sentamos unas mesas más allá, con algo más de luz y dimos inicio al primer juego. Mientras acomodábamos las piezas le advertí que no se extrañe si me gana fácilmente, estoy demasiado fuera de práctica en el circuito. Y comenzamos. Peón, caballos, enroque corto. Entre jugada y jugada, el hombre canoso me explicaba algunas reglas que yo ya sabía, no por dármelas de arrogante, si no por que pasé horas y horas durante mi educación básica y media metido en excitantes partidos con compañeros y profesores. Qué grandes recuerdos de los partidos con el "Tío Victor", el que atendía el quiosco del colegio, a la hora de almuerzo. En ese entonces yo estaba en mi mejor juego y llegaba a ser arrogante, entregando damas, haciendo jugads magistrales y de vez en cuando humillando a mis oponentes.
En esta ocación estaba casi seguro que el humillado sería yo, pero no me sentí menos ni nada de eso. Mientras seguía el juego el hombre saca una cajetilla de cigarros y me ofrece uno. Cortézmente acepté y, entre fumada y jugada, me dispuse a saber algo más de mi contrincante. Tenía 66 años, no recuerdo el nombre (soy pésimo en eso, siempre se me olvidan), y supe que se dedicaba a la rentas. La partida continuó hasta lo que fue el primer jaque mate. Pero no me sentí derrotado. Animado quise más y le propuse una segunda. Cambiamos de color de fichas y empezó el segundo juego. La rutina del peón, caballo, alfil, enroque, etc etc etc. Nuevamente me vi encerrado y en un jaque mate. 2-0, pero no importa. Seguimos. Tercer encuentro, tercera derrota.
A medida que los juegos transcurrían, volvían a mi los viejos conocimientos que creí olvidados en parte, y a cada jugada la cosa se le complicaba a mi contrincante, que sorprendido, iba diciendo "te falta training, solo eso... en un tiempo más de seguro me vas a ganar". Me reí y le dije que era posible, pero no aseguraba nada. Además, mientras más juegos, más público había a nuestro alrededor, llegando a haber entre 4 y 5 observadores cuando comenzamos la cuarta partida.
En lo que, pretendí, fuera mi último partido, por fin logré el Jaque mate a mi favor. Me llegué a sentir triste, algo consternado por haberle ganado al personaje que estaba frente a mi, que a medida que los encuentros seguían iba preguntándome si entendía lo que era el "peón al paso", la manera de enrocar, etc; todas reglas que ya conocía gracias a la útil enseñanza que obtuve de parte del inspector de la escuela donde terminé mis enseñanza básica y el taller de ajedrez al que le debo tanto. Felicitaciones a mi oponente, estrechando la mano de los que vieron el mate, otro personaje se interesó en jugar conmigo. Y bueno, seguí sentado en la, algo incómoda, silla de madera y fierro adherida a la mesa, mientras otro personaje entraba a la contienda. Si bien perdí, el juego fue interesante, al nivel de quedar yo con el rey, y hacerle perder 3 peones y un alfil. Aunque me superaron las dos torres y el rey oponente.
Mientra nosotros jugábamos, había un grupo de indeseables que estaba gritando y echando garabatos y molestando el ambiente. No digo ser puritano, pero es una lata el estar rodeado de eso cuando estás en un juego mental tan apasionante como el ajedrez. Entre eso escuché a mi anterior oponente decir "están marihuaneados", para referirse al grupete de ebrios que rompía la armonía del lugar. Si bien no me enojé, me molestó un poco la facilidad con la que las personas le echan la culpa al cannabis cuando ven algo desagradable. Ni siquiera dijo "estan tomando", no, directo a la ganjah. Y bueno, le comenté que he fumado, y que conozco bien las propiedades y efectos de la llamada droga, y lo que se veía en ese grupo (gritos, peleas, discusiones y verborrea flyte ininteligible) era obvio que no lo provocaba la planta, sin tratamientos ni químicos.
Y fruto de mi aclaración, nos metimos en una conversación acerca de los usos terapéuticos del cannabis, y ejemplifiqué otras drogas que se utilizaron hasta la demonización de los psicotrópicos, culpa de la sociedad de bienestar gringa y sus malditas concepciones morales. Desde el Laudano (hasta el día de hoy no se encuentra mejor cura para la rinitis alérgica, reumatismos y otros dolores), entre otros.
Escuchaba atento el hombre que tenía frente a mí, que para mi sorpresa era Egresado de Derecho de la Universidad de Chile, y el debate se extendió y hablamos de drogas, ecologismo, naturaleza, el sistema, y lo que cada uno de los presentes pensaba. Hombres de edad avanzada (60, 70), compartiendo con un veinteañero jugador de ajedrez y estudiante de periodismo (entre otras cosas), y fue en este nutrido debate, cuando el hombre canoso de 66 años, rentista, que me había ofrecido amablemente cigarrillos, dijo que tenía una loca teoría, un ideal, que se trataba de la Eliminación del Dinero. Tal cual, Abolir el uso de la moneda dura. Un hombre de 66 años, que su trabajo se basa en eso, quiere como sueño, eliminar el dinero, y volver a una sociedad de trueques e intercambios. Y me sentí en casa.
Al principio me sentí algo incómodo al hablarle a hombres de criterio formado sobre los usos de la cannabis, pero ahora entendí que no estaba en un lugar extraño, que hablábamos en la misma sintonía, con matices diferentes de un mismo sueño. Les dije que soy anarquista, que creo que deberíamos volver a los tiempos del hombre nómade, y les expliqué mis razones. El partido de ajedrez pasó a segunda y tercera prioridad, mientras nosotros debatíamos sobre el dinero, el sistema, el poder y cómo el mundo hoy esta "patas arriba". Y fui feliz. No creí que encontraría hombres de edad avanzada convencidos de los vicios del sistema, y con las ganas y la convicción de que hay que cambiarlo, que debemos evitar que el horror siga, que debemos generar un cambio de mentalidad, una nueva educación, donde el otro no sea tu enemigo, no es competencia, si no un mutualismo y cooperativismo en el cual crezcamos todos, para volver a hacer un Mundo Feliz, pero de verdad.
La temperatura estaba bajando cada vez más, y el frío hacía el debate algo tedioso, pero las palabras finales fueron tan geniales que no pude más que sorprenderme, y me atreví a dar el cierre, tal vez como el nuevo elemento, tal vez como la generación a quien le toca lograr el cambio, y dije que nada va a cambiar mientras no logremos una verdadera eduación, una nueva cultura, algo nuevo. Y me excusé, diciendo que debía levantarme temprano. Me fui con una gran sonrisa en mi cara, feliz.
Encontré lo que había ido a buscar, encontré lo que me hizo salir de mi casa. Encontré compañeros de armas en una lucha contra el mundo, contra el sistema y contra el reloj. No nos queda tiempo, y me dio pena ver que aquellos soñadores habían vivido más de la mitad de sus vidas, y no les quedaba mucho tiempo (aunque espero sean unos largos y prósperos años, francamente espero que así sea). Y me vi en el deber de hacer el cambio, de seguir adelante. Encontré una razón más para creer que no estoy equivocado, que las cosas están mal y que debemos hacer algo.
Llegué a mi casa y me senté frente al computador, y me puse a escribir. No existe una manera mejor de terminar una semana.
"La publicidad nos hace desear autos y ropa, tenemos trabajos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una gran depresión. Nuestra gran guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas de rock, pero no lo seremos y poco a poco nos hemos dado cuenta y estamos, muy, muy cabreados..."
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El jefe te dice:Vota y trabaja, esclavo. El policia:Vota y circula, delincuente El cura:Vota y reza, cordero. El banquero:Vota y paga, cretino. El militar:Vota y mata, soldado. El juez:Vota y a la carcel, imbécil. El politico:Vota y espera, idiota. [Emile Pouget]